El ángel volaba a través de la eternidad sin percatarse, sin inmutarse de su soledad. O tal vez sabia de su solitaria existencia pero se había resignado a ella… vivía en paz.
Observaba el mundo manteniendo su distancia, alegrándose con las personas bonitas, viviendo momentos hermosos compartidos por aquellos mortales que no les importaba tener a un ángel a sus espaldas. Pero siempre mantenía su distancia. De lo contrario perdería sus alas…
Un día algo cambio. El canto de una mortal lo atrajo, y al verla a sus ojos supo que su destino estaba escrito… Su instinto de conservación le indicaba alejarse de ella… que existía peligro, pero se negó a aceptarlo. Mantendría su distancia para evitar problemas. Pobre ángel iluso…
La mortal cautivó lentamente al ángel hasta que logró tenerlo cerca… renuente al principio, dócil al final, no dudó en unirse a ella… renunciando a sus alas, pues con ella a su lado volaría libre hasta el fin del infinito…
Pobre ángel iluso….
Poco a poco el ángel y la mortal se elevaron en un vuelo sin igual, donde todo era dicha y felicidad… el ángel ya no estaba solo, había perdido sus alas pero volaba de gozo al estar con su amada… pero pronto se daría cuenta que los mortales por algo son mortales.. para ellos no existe la eternidad, para ellos no existe el infinito, solo el egoismo de lo efimero. Cambiar para curar el aburrimiento… y la mortal se aburrió de volar con el ángel. Se soltó de el, alejándose, sin mirar atrás, como el ángel caía sin sus alas, a un mundo de tinieblas sin retorno…
Pobre ángel iluso…
Destrozado en un mar de oscuridad, fétido, espeso, sin salida, observaba como lentamente su amada mortal se alejaba, cantando… llamando a otros Ángeles con su canto, para quitarles las alas… para quitarles su paz.
EL HUECO DEL CAMILO 